A comienzos del siglo XIX, los hermanos genoveses Morixe llegaron al país y apostaron por la producción de harina de trigo con su propio molino. Varios años antes, el vasco Carlos Noel abría una confitería que se transformaría en una gran alimenticia que, décadas más tarde, sería desguazada por la apertura de importaciones en los 70.
La historia de ambas familias se entrecruzaría en 2017 cuando Ignacio, tataranieto de Carlos, adquirió una casi quebrada Morixe Hnos. y en menos de dos años logró llevarla por la senda azul. Hoy, seis años después, el empresario le vendió la alimenticia a Sociedad Comercial del Plata, holding del cual es accionista mayoritario, por u$s 18 millones. Pero la Morixe actual no es la misma que fundaron en 1901 aquellos hermanos.
La historia de la harina Morixe
Los Morixe, liderados por Francisco, empezaron moliendo trigo para producir harina y en 1923 constituyeron formalmente la sociedad Morixe Hermanos SA. Para ese entonces la compañía ya se había instalado con una planta en la Ciudad de Buenos Aires, más precisamente donde hoy se encuentra la plazoleta Crisólogo Larralde.
En 1938 la firma se mudó a su fábrica modelo sobre la calle Cucha Cucha (hoy Federico García Lorca), lindera al club Ferrocarril Oeste, en Caballito. Ese molino estaba directamente comunicado con la red ferroviaria, lo cual facilitaba la entrada de materia prima y la salida de producto.
Las distintas generaciones de la familia continuaron al mando de la empresa. Incluso en 1993 ampliaron su capacidad con la adquisición del molino Bautista Gugliemetti en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires. No obstante, Morixe Hnos. entró en crisis a fines de los 90 ante la dificultad de conseguir financiamiento y un cúmulo de deudas millonarias. En 2007 vendió su predio en Caballito y mudó toda su producción a la fábrica juarense.
Del rojo a la resurrección
Tras lidiar con los problemas financieros, los Morixe le vendieron la empresa a Fernando Sansuste, exaccionista y directivo de Banco Macro. En 2017 pasó a manos de Noel, quien compró el 70% del paquete accionario por $ 32,8 millones a título personal. En ese momento la firma estaba afectada por el corte de las compensaciones producto de los precios máximos aplicados al trigo para el mercado interno durante el gobierno de Cristina Fernández.
Noel la transformó de una molinera a una compañía alimenticia. Poco a poco fue sumando productos a su portfolio, primero fue el aceite de oliva a partir de una planta que el empresario ya tenía en La Rioja. Luego incorporaron pan rallado, puré de papas instantáneo, polenta, pastas, aceto balsámico, lentejas y premezclas.
Su gestión la llevó a ser la acción del año en 2020 con un alza del 241,1% en la bolsa. En tanto, la cuarentena impulsó la cocina hogareña y en particular produjo un boom de recetas de pan casero. Esto empujó las ventas de la compañía. Morixe pasó a estar segunda en market share dentro del segmento de harinas.
“Es una joyita, una empresa que compré quebrada en 2017 y hoy mueve 20 veces más que en aquel entonces, en facturación, moliendo y productos”, aseguró Noel tras la venta. Hoy está presente en 50.000 puntos de venta en el Mercosur y en los primeros nueve meses de su actual ejercicio económico (finalizado en febrero de 2023), facturó $ 13.437 millones con una ganancia de $ 201,6 millones.