A simple vista parece sólo un predio abandonado pero en su interior conviven delincuentes, “pibes chorros”, cartoneros,”quemacables” y carteristas. Por la noche el lugar sirve como guarida de los arrebatadores o los ladrones de celulares que desde hace años actúan en la zona. Pero no solo eso el lugar se transformó en un verdadero cementerio de restos de objetos robados junto a chicos y grandes que consumen paco y pasta base.
Todo ocurre a 25 minutos del obelisco, a sólo 4 cuadras del Hospital Churruca y a 5 cuadras de una de las villas más peligrosas de la argentina: “La Zavaleta”.
Los vecinos de Parque Patricios no aguantan más. En momentos en que se habla de inseguridad, de robos constantes y menores delincuentes todo se conjuga para que en pleno corazón del barrio un predio abandonado hace más de 30 años se haya transformado en el “aguantadero” de la villa.
Muchos lo señalan como un verdadero “foco de inseguridad”. El predio está ubicado entre las calles Uspallata, Iguazú, Los Patos y Atuel. La historia lo señala como una inmensa fábrica y depósito que tuvo su esplendor allá por la década del 70. Varios gobiernos intentaron urbanizarlo pero una disputa lo retiene allí, como un fantasma que se devora todo. Ingresar al lugar no es tarea sencilla. Aunque igual recorrimos las entrañas mismas del aguantadero, a cada paso nos encontramos con elementos a los que llamé los “souvenirs de la inseguridad”, billeteras, llaves computadoras, cables quemados hasta autos desmantelados pasando por distintos reductos plagados de encendedores, que los pobres pibes encienden hasta reventarlos una y mil veces para quemar el paco que fuman todos los días.
El aguantadero por dentro
El diálogo con los vecinos se da de a ratos. Muchos tienen miedo de contarnos lo que pasa allí. Otros confiesan que en el interior de ese predio los delincuentes se descartan de lo robado y huyen tras una persecución sino que también se ejerce la prostitución. La mayoría asegura que puede verse en la noche a un “ejército de pibitas” que por unos pocos pesos mantienen sexo en el interior de esa tapera. Todas menores que viven en la Zavaleta.
La ecuación es siempre la misma. Ladrones de carteras y celulares, gente en situación de calle que se resguarda en el lugar como si fuera una verdadera fortaleza.
El predio está controlado por un guardia, que cada tanto recorre el terreno y tiene expresa orden de dar aviso en caso de producirse algún incendio que los “quemacables” protagonizan para conseguir el cobre que luego venden.
Este verdadero castillo de la inseguridad donde conviven las ratas y los delincuentes pasó en estos años por varias situaciones: desde impulsar oficinas del estado que empezaron a construirse y quedaron en el olvido, hasta un plan de viviendas y una escuela. Pese a los proyectos el predio sigue siendo el eslabón más importante en una carrera desenfrenada con el delito creciente en el barrio. Las calles de Parque Patricios de noche se han vuelto infranqueables para los vecinos, siendo ellos los verdaderos rehenes de esta situación.
De tanto en tanto algún operativo llega hasta ahí, pero nada más que eso. Los vecinos se cansaron de juntar firmas, realizar marchas y encabezar la “resistencia”, que hace dos años fue eficaz para que no se instalaran por unos días a un grupo de familias sin techo.
Lamentablemente están solos frente a ellos. Solos sin ser escuchados, aunque el “aguantadero de la Zavaleta” crece y se reproduce sin control.